Se apuntaron, cuentan con mucha gracia, a una suerte de “First Dates” de la industria europea de los destilados: “distribuidores guapos” buscaban “pequeños fabricantes guapos”. Al poco, un gran importador de Bélgica les envió un correo electrónico porque querían conocerles. Era finales de 2014. Apenas llevaban un año destilando ginebra en una nave pequeña de apenas 80 metros cuadrados de Torrelavega (Cantabria). Sólo 7.000 botellas. Una edición limitada. Aun así, allí, en Halle, se plantó David Martínez, fundador de Siderit junto a Rubén Leivas, “sin tener ni papa de inglés”. A todo lo que le preguntaban respondía con una sonrisa y un “No problem”.
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